domingo, 18 de enero de 2009

Un héroe llamado ... UNO

Hacía mucho tiempo que el pueblo vivía con cierta tranquilidad, los soldados no venían en nombre de aquel Señor malvado en busca de lo que habían cosechado en sus campos, ni a por sus mejores animales; aunque ellos sabían que eso podrá ocurrir en cualquier momento.
Habían decidido que si esto ocurría, ellos lucharían con todas sus fuerzas, nadie tenía derecho a quitarles el fruto de su trabajo, por muy señor que quisiera ser, por mucho ejército que tuviera a sus órdenes, ni por ninguna otra razón. Ninguno de los habitantes del pueblo, le tenía la mínima envidia, ellos se tenían unos a otros y su sentido de colaboración, solidaridad y sobre todo amor, equivalía al mejor tesoro que ellos pudieran soñar.
Pero como todo tiene un fin, llegó el momento que todos temían, a lo lejos vieron la nube de polvo que levantaban los caballos de los soldados y sabían que no venían para interesarse por sus problemas, más bien venían a creárselos.
Se reunieron en la plaza del pueblo, no faltaba nadie, desde el más pequeño de los bebés, hasta el anciano más sabio; decidieron que UNO sería el encargado de hablar, pero que si la cosa se ponía fea, todos levantarían sus manos y en ellas sus únicas armas de lucha, los instrumentos de trabajo, que, por supuesto, eran sus martillos, azadas, rastrillos, palas, utensilios de cocina y todo lo que ellos manejaban diariamente, pero primero estaría su mejor arma, el diálogo.
Llegaron los soldados del Señor al pueblo, les encontraron en la plaza, no tenían o no se les reflejaba, miedo ni preocupación, estaban de acuerdo en no mostrarlo, aunque estuviera en ellos, ya que esa había sido la razón principal para ser sometidos hasta ahora, descubrir el temor que le tenían al Señor.
Uno de los soldados leyó las órdenes del Señor, donde decía que debían entregarle los mejores frutos de sus tierras y los mejores animales.
UNO se adelantó y dirigiéndose a los soldados les contestó que eso no iba a poder ser, esas tierras y esos animales eran suyos, el Señor nunca les había podido demostrar que el lugar donde ellos vivían y trabajaban estaba dentro de sus posesiones. Habló de forma tan clara y contundente, que los soldados estaban asombrados, pero sin echarse atrás, volvieron a ordenarles que cumplieran lo que el Señor les exigía.
UNO volvió a tomar la palabra y exigió que si el Señor quería esas cosas, debía venir personalmente a pedírselo a ellos y demostrar que las tierras en las que ellos habitaban le pertenecían.
Los soldados, perplejos, no supieron qué hacer y regresaron a comunicarle al Señor cuáles eran las exigencias del pueblo.
El Señor, al escuchar tales palabras montó en cólera y mandó regresar al ejército con la orden de que si no obedecían su mandato, serían eliminados todos los habitantes del pueblo, empezando por los hombres.
Mientras en el Pueblo, UNO había ideado un plan, sabiendo que el Señor tomaría represalias y, probablemente, empezaría por los hombres, quedaron en la plaza esperando todas las mujeres, bien armadas y ellos hicieron un cerco alrededor del pueblo.
Cuando los soldados volvieran y quisieran atacar estarían rodeados, ellos no buscaban hacer daño a nadie, no querían víctimas, sólo querían vivir en paz y en sus tierras.
Así ocurrió, los soldados volvieron al pueblo y quedaron sorprendidos al encontrar sólo a las mujeres todas reunidas en la plaza y bien protegidas con sus armas, leyeron la orden del Señor, tal como se les había mandado y en ese momento sintieron cómo les iban rodeando, no estaban preparados y cayeron, con vergüenza, ante los labradores y ganaderos armados con sus palas, rastrillos, azadas y cuerda. Les ataron, unieron sus caballos y los encaminaron hacia el castillo del Señor. Con una carta atada al cuerpo del primer soldado donde decía:
"La fuerza no puede con nosotros, vale más la unión, la solidaridad, el grupo y la ayuda que todo el poder que crea tener un solo individuo por mucho ejército y poder que posea". UNO.
Ese era su gran valor, nadie les podía echar porque la fuerza de UNO era la de todos. Habían ganado la batalla unidos y el Señor tuvo que retirar a su ejército e idear la forma de mantenerse, o sea, trabajar.