lunes, 24 de noviembre de 2008

Una historia extraordinaria

Hoy Ana se había encontrado con un día lleno de cosas: varios exámenes por la mañana, muchos deberes para casa, los entrenamientos de la tarde y además sacar a Rufo cuando llegara a casa... un día cargado de actividad.
Pero eso no era todo, cuando ya parecía que comenzaba la tranquilidad, encendió el ordenador, abrió su correo y allí estaba un mensaje de Miguel, hacía mucho tiempo que no sabía nada de él, parecía como si se lo hubiese tragado la tierra.
Miguel le pedía disculpas por haber desaparecido durante tanto tiempo, pero habían pasado muchas cosas: empezando por un viaje con sus padres, de forma inesperada, nadie le había dicho nada sobre ello y él tampoco pudo informar a los amigos. Fue un viaje por varios países y cuyo objetivo no era hacer turismo, sino conocer las situaciones de injusticia que se cometían en ellos. Su padre, recientemente nombrado observador de UNICEF, debía visitar esos lugares para comprobar, en el lugar, lo que ocurría con la infancia, y decidió que su hijo debía ir con él y conocer, de primera mano el mundo, en el que vivía.
Había ido a Camerún, Mozambique, El Congo, Bolivia, Colombia y Brasil. Dos continentes, seis países con problemas muy gordos, pero había sido tan enriquecedor que necesitaba varios días para contárselo todo, de todas formas quería adelantarle algo.
En Camerún había conocido a Pierre, un adolescente como él que como en secreto le había comentado que estaba preparando todo para poder salir del país, buscando una vida mejor, un trabajo y algo de dinero para poder ayudar a su familia que vivía en una habitación todos juntos, eran 15 entre abuelos, padres y hermanos.
Miguel se había quedado tan impactado, porque para él era prácticamente imposible pensar que él tuviera que dejar su casa para irse a buscar un trabajo y ayudar a su familia, su mentalidad, su forma de vida, su capacidad de ver la realidad no alcanzaba para entender aquello. La historia de Pierre era de película y a Miguel le movió el corazón. Lo primero que hizo fue hablar con su padre, le comentaba la historia con un tono en el que dejaba escapar la sensación de que si se la había contado sería porque él podría hacer algo por Pierre.
El objetivo del padre de Miguel le iba a dar más complicaciones de las que pensaba, Miguel se atrevió a pedirle a su padre que buscara una solución para Pierre; si le había traído para ver de cerca los problemas del mundo, no podía quedarse al margen de ellos una vez que los había conocido.
El padre de Miguel le intentaba explicar que eso no se podía solucionar sobre la marcha, que había que dar unos pasos, que existía un protocolo, palabra que Miguel entendía pero que no compartía.
Insistió tanto que se le ocurrió decir que él dejaría de gastar dinero en cosas innecesarias, que no pediría nada por Reyes en los próximos 10 años si se solucionaba la situación de Pierre para que no tuviera que salir de su casa y la familia pudiera tener una ayuda; se trataba de un niño todavía y los derechos del niño hablaban, tal como se lo había contado su padre, de que el niño tenía derecho a vivir con su familia y a tener lo imprescindible para vivir de forma digna.
El padre de Miguel, por más que intentaba explicarle que la solución del problema de Pierre no estaba únicamente en sus manos, terminó por claudicar y poner a su hijo entre las cuerdas, le comentó una posibilidad: a través de una agencia de ayuda al menor, apadrinar a un niño, o sea, a Pierre, y él sería el encargado de cuidarle, de mantenerle, de hacer que no le faltara nada a su familia ni a él. Miguel accedió sobre la marcha, sabía que eso le iba a costar más de un disgusto, porque tendría que renunciar a algunas cosas, pero siguió con su propósito.
Eso era lo más impactante que le había ocurrido en el viaje y se lo quería contar a Ana lo más rápido posible. Había aprendido más de lo que podía esperar y prometía contarle el resto de experiencias en cuanto se vieran.
Ana se había metido tanto en la historia que le contaba Miguel por correo que parecía haber viajado ella también y se imaginaba cada frase contada por Miguel.
Había aprendido que la solidaridad a veces toca tanto la vida de las personas que les hace renunciar a su propia vida para dar a los demás un poco de felicidad.