martes, 29 de noviembre de 2016

El maestro de maestros

      Dicen que un hombre iba gritando por los caminos, contaba historias, inventaba cuentos, algunos hechos ocurridos, experimentados por él o que le habían llegado a sus oídos. La gente pensaba que era un loco, no prestaban atención a sus palabras. Un día un niño se paró frente a él y le dijo que quería escuchar sus historias, el hombre se sentó, sacó de su bolsillo una piruleta de caramelo y se la ofreció al niño, este la cogió en sus manos y saboreaba algo exquisito mientras iba escuchando las historias. Al final de cada una, el hombre le preguntaba ¿qué has aprendido?, el niño descubría que su cabeza y su corazón iban creciendo en sabiduría, que había aprendido cómo afrontar las dificultades en el cole, que sabía cómo ayudar en casa a sus padres, que entendía por qué su mejor amigo estaba triste y ahora podría ayudarle…
      Nunca olvidó la importancia de transmitir a los demás lo que sabía y lo que había vivido, de mayor dedicó su vida a enseñar a otros, porque se convirtió en un buen educador de sus hijos, ayudó a sus alumnos a aprender más y mejor, escuchaba a los amigos y a los que no lo eran y buscaba con ellos las soluciones mejores a las dificultades.
     
Es importante nuestra palabra, la palabra que escuchamos, la que transmitimos, pero sobre todo la que sale desde nuestro interior. Seamos Predicadores de la Palabra y de las palabras.