
De repente al mirar al suelo leyó en un papel: ¡ayuda!. Paró, miró para todos los lados pero no encontró a quien podía haber escrito el mensaje.
Siguió su camino pero con una actitud diferente, entendió que la petición estaba hecha y que debía estar atenta a lo que tenía delante y salir de su ruido interior.