Había llegado a una playa, no conseguía recordar lo
que había pasado, solo era consciente de que se encontraba en soledad, en una
isla que no recordaba ni haber visto, no sentía que hubiera presencia alguna
por los alrededores… No había nadie.
Se levantó como pudo y superando la sensación de
cansancio y de mareo, comenzó a caminar, no existían huellas en el resto de la
playa, porque allí nadie había caminado, pero no se quedó inmóvil sino que pensó que nadie vendría en su búsqueda así
que debía poner manos a la obra para sobrevivir.
Buscó unas ramas para hacer una hoguera, se agenció un
palo un poco más largo y con unas hojas de palmera fabricó una caña, buscó
debajo de los árboles algún rincón donde construir una tienda y refugiarse
cuando anocheciera… ¿Difícil? Sí, pero no imposible.
No se dejó vencer por el miedo, no dio paso a la
angustia de la soledad, había aprendido que si lo creía entonces podría
crearlo, de algo le había servido su gran imaginación. Consiguió procurarse
todo lo necesario para salir adelante…
Sonó el despertador, su sueño parecía tan real que
creía estar en esa playa, en soledad, pero con las fuerzas suficientes para
comenzar a crear, a hacer realidad sus sueños